
Adieux, Poète...
Correo de: Jinre
Fallece el poeta peruano José Watanabe
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De madre peruana y padre japonés, es uno de los intelectuales hispanoamericanos que más ha influido en las generaciones más jóvenes de Latinoamérica. Muere José Watanabe (Laredo, Perú, 1946), uno de los poetas hispanoamericanos más destacados y que más han influido en las generaciones más jóvenes de Latinoamérica. De madre peruana y padre japonés, desde la aparición de sus primeros poemas, reunidos en el libro Album de familia (1971), se convirtió en una de las voces más valiosas y personales de la denominada generación del 70 peruana. Su segundo libro, El huso de la palabra (1989) fue elegido en una encuesta como el más importante de su década en Perú. En España, las editoriales Renacimiento y Pre-Textos pueden presumir de haberlo dado a conocer entre nuestros lectores.
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Poemarios publicados
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Álbum de familia (Lima, 1971)
El huso de la palabra (Lima, 1989)
Historia natural (Lima, 1994)
Path trough the canefields (Londres, 1997, antología de su obra poética)
Cosas del cuerpo (Lima, 1999)
Antígona (Lima, 2000, versión libre de la tragedia de Sófocles)
El guardián del hielo (Bogotá, 2000, antología de su obra poética)
Habitó entre nosotros (Lima, 2002)
Elogio del refrenamiento (Renacimiento, Sevilla, 2003, antología)
Lo que queda (Monte Ávila, Caracas, 2005, antología)
La piedra alada (Pre-Textos, Valencia, 2005-Peisa, Lima, 2005)
Banderas detrás de la niebla (Pre-Textos, Valencia, 2006-Peisa, Lima, 2006)
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El Cultural selecciona alguno de sus poemas:
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Poema del inocente
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Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.
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Intestino
(Homenaje a Jorge Eduardo Eielson)
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Qué hace ese intestino
Dormido en una cama
Recogido
Como un animal rosado
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Sueña que sale del cuarto
Después de la lluvia
Por la ventana dorada
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Se estira y curva
En el horizonte
Como un arco iris
Multicolor por supuesto
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En los lejanos extremos
Ollas de barro
Repletas de monedas de oro
Oro del que amanece solo
Y con borborigmos
Oro de pobre
Mierda.
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A José Watanabe In memoriam
Cuando un poeta muere, se siente que algo propio se ha olvidado; que alguna cosa faltará en los bolsillos; que un par de preguntas vagarán sin sus respuestas; o que tal vez, se acabará la mañana antes del eco largo de las doce.
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A José Watanabe In memoriam
Cuando un poeta muere, se siente que algo propio se ha olvidado; que alguna cosa faltará en los bolsillos; que un par de preguntas vagarán sin sus respuestas; o que tal vez, se acabará la mañana antes del eco largo de las doce.
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Murió uno hoy…¡Cuantas voces despojadas de palabra, como un árbol triste en las indolentes garras del otoño!
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Estimados amigos,
Como homenaje al poeta José Watanabe, su palabra para reflexionar y un poema: http://superavefenix.blogspot.com/
Como homenaje al poeta José Watanabe, su palabra para reflexionar y un poema: http://superavefenix.blogspot.com/
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Juan José SOTO
Editor de Surfeando en la Red
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José Watanabe nació en Laredo, Trujillo (norte del Perú) en 1946. Publicó su primer libro, Album de familia, en 1971. Su segundo libro, El huso de la palabra, no apareció sino hasta 1989 y fue considerado por la crítica nacional como el poemario más importante de la década de los ochenta. En 1994 publicó Historia natural. Su obra se editó en Londres en 1997, con el título Path through the canefields. En 1999 apareció Cosas del cuerpo. En el 2000 Editorial Norma publicó la antología El guardián del hielo. Ese mismo año, Watanabe realizó una adaptación de Antígona de Sófocles, para el grupo teatral Yuyachkani. Watanabe trabaja también como cineasta; ha escrito varios guiones para largometrajes peruanos.
"La poesía no consuela"
Con esta entrevista, el destacado poeta José Watanabe (Laredo, 1946) se reincorpora oficialmente al mundo literario, al tiempo que anuncia la inminente aparición de su segundo libro: El huso de la palabra
A la hora en que la claridad del día empieza a languidecer y los mortales regresan a sus casas luego de cumplir con una larga jornada de trabajo, el poeta José Watanabe, como un duende crepuscular, abre los ojos, se viste, "desayuna" y se sienta frente a la máquina de escribir para iniciar su propia jornada de trabajo.
"Ahora estoy escribiendo un guión cinematográfico", dice después de describir su extraña pero productiva rutina. Se le nota saludable; responde a las preguntas con buen humor, mientras trata de recordar cuánto tiempo ha permanecido sin aparecer en público; sin publicar poemas o verse con sus amigos más entrañables.
"Casi no salgo de esta casa", explica sin solemnidad, como confirmando algo que todo el mundo sabe. Luego esboza una sonrisa de satisfacción y afirma con voz clara: "llevo una vida completamente nocturna. Escribo y leo cuando todos duermen. Me acuesto a descansar a media mañana".
La sala donde Watanabe relata su vida reciente está adornada con cuadros de Tilsa. Este detalle conduce la conversación hacia su amistad con la gran artista. Más tarde habla con detenimiento de su propia vocación plástica, de su paso por la Escuela de Bellas Artes de Trujillo y de sus no tan episódicos estudios de arquitectura en la universidad Federico Villareal. Recuerda su experiencia en la televisión, como director del programa infantil La casa de cartón, que producía el INTE en los años setenta, y a continuación sus inicios en el cine, no sólo como guionista sino también como director artístico. "Ello implica -dice respecto a esta última especialidad- hacerme cargo de la escenografía, del vestuario y del maquillaje".
Watanabe describe, durante algunos minutos, su oficio cinematográfico: "hacer una escenografía es como escribir un poema, pero con cosas. Tienes un espacio vacío y debes crear un ambiente. Haciendo este trabajo yo siento que estoy escribiendo, pero sin angustiarme ni sufrir, lo que sí me ocurre cuando escribo poesía".
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Juan José SOTO
Editor de Surfeando en la Red
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José Watanabe nació en Laredo, Trujillo (norte del Perú) en 1946. Publicó su primer libro, Album de familia, en 1971. Su segundo libro, El huso de la palabra, no apareció sino hasta 1989 y fue considerado por la crítica nacional como el poemario más importante de la década de los ochenta. En 1994 publicó Historia natural. Su obra se editó en Londres en 1997, con el título Path through the canefields. En 1999 apareció Cosas del cuerpo. En el 2000 Editorial Norma publicó la antología El guardián del hielo. Ese mismo año, Watanabe realizó una adaptación de Antígona de Sófocles, para el grupo teatral Yuyachkani. Watanabe trabaja también como cineasta; ha escrito varios guiones para largometrajes peruanos.
"La poesía no consuela"
Con esta entrevista, el destacado poeta José Watanabe (Laredo, 1946) se reincorpora oficialmente al mundo literario, al tiempo que anuncia la inminente aparición de su segundo libro: El huso de la palabra
A la hora en que la claridad del día empieza a languidecer y los mortales regresan a sus casas luego de cumplir con una larga jornada de trabajo, el poeta José Watanabe, como un duende crepuscular, abre los ojos, se viste, "desayuna" y se sienta frente a la máquina de escribir para iniciar su propia jornada de trabajo.
"Ahora estoy escribiendo un guión cinematográfico", dice después de describir su extraña pero productiva rutina. Se le nota saludable; responde a las preguntas con buen humor, mientras trata de recordar cuánto tiempo ha permanecido sin aparecer en público; sin publicar poemas o verse con sus amigos más entrañables.
"Casi no salgo de esta casa", explica sin solemnidad, como confirmando algo que todo el mundo sabe. Luego esboza una sonrisa de satisfacción y afirma con voz clara: "llevo una vida completamente nocturna. Escribo y leo cuando todos duermen. Me acuesto a descansar a media mañana".
La sala donde Watanabe relata su vida reciente está adornada con cuadros de Tilsa. Este detalle conduce la conversación hacia su amistad con la gran artista. Más tarde habla con detenimiento de su propia vocación plástica, de su paso por la Escuela de Bellas Artes de Trujillo y de sus no tan episódicos estudios de arquitectura en la universidad Federico Villareal. Recuerda su experiencia en la televisión, como director del programa infantil La casa de cartón, que producía el INTE en los años setenta, y a continuación sus inicios en el cine, no sólo como guionista sino también como director artístico. "Ello implica -dice respecto a esta última especialidad- hacerme cargo de la escenografía, del vestuario y del maquillaje".
Watanabe describe, durante algunos minutos, su oficio cinematográfico: "hacer una escenografía es como escribir un poema, pero con cosas. Tienes un espacio vacío y debes crear un ambiente. Haciendo este trabajo yo siento que estoy escribiendo, pero sin angustiarme ni sufrir, lo que sí me ocurre cuando escribo poesía".
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El huso de la palabra
Watanabe ha publicado hasta el momento un solo libro de poesía: Álbum de familia (1971), con el que pasó a ocupar un lugar destacado entre aquellos poetas denominados de la "generación del 70".
En breve aparecerá su segundo libro, El huso de la palabra, título que alude a ese pequeño instrumento que sirve para hilar, en este caso palabras.
Este nuevo poemario reúne treinta y cinco textos escritos en los últimos años, casi todos alrededor del tema del lenguaje. En ellos Watanabe insiste en el tono narrativo y descriptivo que lo caracterizó desde sus primeras publicaciones, empleando elementos autobiográficos -ese mundo mítico provinciano, casi rural, de su infancia pero reprimiendo, como él mismo señala, su neurosis.
"Son poemas muy mesurados -dice-. Tengo una especie de pudor que no sé si he aprendido de la poesía japonesa, especialmente del haiku, o si me viene por tradición familiar, pues mi familia es antipatética, totalmente desdramatizada".
Los poemas de El huso de la palabra, de no mucha extensión pero sí con un claro predominio del verso largo, está divididos en tres partes.
"La primera sección -explica Watanabe- está dedicada a la poesía en mi relación con la mujer. Se llama 'El amor y no', pero no es poesía amorosa. La segunda sección reúne una suerte de artes poéticas en las cuales trato de exponer lo que es mi trabajo con el lenguaje".
"La última parte -continúa- se denomina 'Krankenhaus', que en alemán quiere decir hospital. Allí también hablo dela palabra pero en función de mi larga estadía en el hospital de Hannover, donde estuve muy enfermo. Creo que aquí sí soy un poquito más dramático".
"Supongo que eso se debe a que estuve frente a la muerte -dice, poniéndose muy serio por un instante-. Eso es terrible, pues buscas algo que te consuele y la poesía no consuela en esos momentos. Más me consolaba una ardilla o un conejo que venía al balcón. Lo único que me quedaba era el miedo".
"Estar frente a la muerte -concluye- te cambia todos los conceptos. Creo que a partir de entonces estoy escribiendo una poesía más expeditiva, mas notarial, es decir: cojo el tema, no me salgo de él y simplemente trato de escribirlo. Eso es muy claro en el libro que voy a publicar".
Planteo del problema
Las referencias literarias que Watanabe hace a lo largo de la conversación provienen mayoritariamente de la poesía japonesa.
Reiteradamente habla de los haikus, recita de memoria uno tras otro y los desarma para mostrar el encanto que siente por su oculta riqueza metafísica.
"No trato de hacer reflexiones filosóficas -continúa- sino tan sólo describir una situación. Muchas veces tengo el tema, la idea, pero no tengo el escenario. Busco ese escenario -quizá sea una distorsión que me viene por hacer cine- en la pintura, en la arquitectura; a veces mis lecturas de química o sociología me dan la clave, el escenario que necesito para el tratamiento". Piensa un instante y agrega: "creo que mantengo desde siempre cierto espíritu del haiku: escribir sin dramatizar, describir algo sin sacar conclusiones y dejar que el lector tenga la posibilidad de conmoverse ante una situación que yo simplemente muestro".
Un japonés muy culto
La madre de Watanabe, de origen serrano, fue enganchada en plena juventud para trabajar en las haciendas azucareras. Su padre era un inmigrante japonés con una distinción muy especial: poseía una gran cultura.
"Mi padre leía mucho -recuerda Watanabe-, era pintor, le gustaba hojear un libro de Cezanne que yo conservo hasta ahora. Era una persona muy especial. Por eso, cuando pienso en él algo me duele: ¿qué hacía una persona como él trabajando en una hacienda azucarera? ¿Cómo podía sentirse en un ambiente así? Sabía hablar inglés y francés y el hacendado lo mandaba llamar para practicar esas lenguas. Después mi padre volvía a la ranchería para continuar con su vida de inmigrante pobre".
"Yo estaba predestinado -continúa-, como todos mis hermanos mayores, a ser un bracero más y convertirme con la reforma agraria en un socio cooperativista en la actual empresa Laredo. Pero cuando estaba terminando la primaria ocurrió algo que cambió, mi vida y la de mi familia: mi padre se sacó la lotería de Lima y Callao y gracias a eso pudimos salir de Laredo, instalarnos en Trujillo y continuar estudiando".
"Ese origen me marcó para siempre. Antes de sacarnos la lotería, mi hermano mayor llegó asustado diciendo que lo había perseguido un caballo blanco; a mi padre lo orinó un gato una noche; ocurrieron otras cosas así. Hasta ahora mi madre no puede dejar de creer que esos fueron buenos anuncios, como tampoco que fueron malos anuncios otros signos que precedieron a la muerte de mis dos hermanos. Ese mundo de mitos que aparece en mis poemas yo lo he vivido de chico, no lo he inventado. He vivido el mito sin saber que era un mito. Eso está en mí y no puedo liberarme. En este libro que voy a publicar aparecen con mayor nitidez esos mundos". (Abelardo Sánchez León y Francisco Tumi)
Esta entrevista fue tomada de la revista "Sí". Lima, julio de 1988. Gracias a Carolina.
El huso de la palabra
Watanabe ha publicado hasta el momento un solo libro de poesía: Álbum de familia (1971), con el que pasó a ocupar un lugar destacado entre aquellos poetas denominados de la "generación del 70".
En breve aparecerá su segundo libro, El huso de la palabra, título que alude a ese pequeño instrumento que sirve para hilar, en este caso palabras.
Este nuevo poemario reúne treinta y cinco textos escritos en los últimos años, casi todos alrededor del tema del lenguaje. En ellos Watanabe insiste en el tono narrativo y descriptivo que lo caracterizó desde sus primeras publicaciones, empleando elementos autobiográficos -ese mundo mítico provinciano, casi rural, de su infancia pero reprimiendo, como él mismo señala, su neurosis.
"Son poemas muy mesurados -dice-. Tengo una especie de pudor que no sé si he aprendido de la poesía japonesa, especialmente del haiku, o si me viene por tradición familiar, pues mi familia es antipatética, totalmente desdramatizada".
Los poemas de El huso de la palabra, de no mucha extensión pero sí con un claro predominio del verso largo, está divididos en tres partes.
"La primera sección -explica Watanabe- está dedicada a la poesía en mi relación con la mujer. Se llama 'El amor y no', pero no es poesía amorosa. La segunda sección reúne una suerte de artes poéticas en las cuales trato de exponer lo que es mi trabajo con el lenguaje".
"La última parte -continúa- se denomina 'Krankenhaus', que en alemán quiere decir hospital. Allí también hablo dela palabra pero en función de mi larga estadía en el hospital de Hannover, donde estuve muy enfermo. Creo que aquí sí soy un poquito más dramático".
"Supongo que eso se debe a que estuve frente a la muerte -dice, poniéndose muy serio por un instante-. Eso es terrible, pues buscas algo que te consuele y la poesía no consuela en esos momentos. Más me consolaba una ardilla o un conejo que venía al balcón. Lo único que me quedaba era el miedo".
"Estar frente a la muerte -concluye- te cambia todos los conceptos. Creo que a partir de entonces estoy escribiendo una poesía más expeditiva, mas notarial, es decir: cojo el tema, no me salgo de él y simplemente trato de escribirlo. Eso es muy claro en el libro que voy a publicar".
Planteo del problema
Las referencias literarias que Watanabe hace a lo largo de la conversación provienen mayoritariamente de la poesía japonesa.
Reiteradamente habla de los haikus, recita de memoria uno tras otro y los desarma para mostrar el encanto que siente por su oculta riqueza metafísica.
"No trato de hacer reflexiones filosóficas -continúa- sino tan sólo describir una situación. Muchas veces tengo el tema, la idea, pero no tengo el escenario. Busco ese escenario -quizá sea una distorsión que me viene por hacer cine- en la pintura, en la arquitectura; a veces mis lecturas de química o sociología me dan la clave, el escenario que necesito para el tratamiento". Piensa un instante y agrega: "creo que mantengo desde siempre cierto espíritu del haiku: escribir sin dramatizar, describir algo sin sacar conclusiones y dejar que el lector tenga la posibilidad de conmoverse ante una situación que yo simplemente muestro".
Un japonés muy culto
La madre de Watanabe, de origen serrano, fue enganchada en plena juventud para trabajar en las haciendas azucareras. Su padre era un inmigrante japonés con una distinción muy especial: poseía una gran cultura.
"Mi padre leía mucho -recuerda Watanabe-, era pintor, le gustaba hojear un libro de Cezanne que yo conservo hasta ahora. Era una persona muy especial. Por eso, cuando pienso en él algo me duele: ¿qué hacía una persona como él trabajando en una hacienda azucarera? ¿Cómo podía sentirse en un ambiente así? Sabía hablar inglés y francés y el hacendado lo mandaba llamar para practicar esas lenguas. Después mi padre volvía a la ranchería para continuar con su vida de inmigrante pobre".
"Yo estaba predestinado -continúa-, como todos mis hermanos mayores, a ser un bracero más y convertirme con la reforma agraria en un socio cooperativista en la actual empresa Laredo. Pero cuando estaba terminando la primaria ocurrió algo que cambió, mi vida y la de mi familia: mi padre se sacó la lotería de Lima y Callao y gracias a eso pudimos salir de Laredo, instalarnos en Trujillo y continuar estudiando".
"Ese origen me marcó para siempre. Antes de sacarnos la lotería, mi hermano mayor llegó asustado diciendo que lo había perseguido un caballo blanco; a mi padre lo orinó un gato una noche; ocurrieron otras cosas así. Hasta ahora mi madre no puede dejar de creer que esos fueron buenos anuncios, como tampoco que fueron malos anuncios otros signos que precedieron a la muerte de mis dos hermanos. Ese mundo de mitos que aparece en mis poemas yo lo he vivido de chico, no lo he inventado. He vivido el mito sin saber que era un mito. Eso está en mí y no puedo liberarme. En este libro que voy a publicar aparecen con mayor nitidez esos mundos". (Abelardo Sánchez León y Francisco Tumi)
Esta entrevista fue tomada de la revista "Sí". Lima, julio de 1988. Gracias a Carolina.
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ENTREVISTA INÉDITA AL POETA PERUANO JOSÉ WATANABE
EL GUARDIÁN DEL HIELO
Por Benjamín Labatut
Con la muerte de Watanabe desaparece un autor fundamental de la generación a la que también pertenecen Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza. Su padre japonés y la añorada infancia en una hacienda azucarera marcaron su obra literaria, enraizada en la poesía de César Vallejo.
"Nací en el norte del Perú, a quinientos kilómetros de Lima, en una hacienda azucarera con nombre del Lejano Oeste: Laredo. Era uno de los grandes enclaves azucareros del país, cerca de Trujillo. Ahí llegó mi padre como inmigrante japonés, conoció a mi madre y empezamos a nacer los once hijos. Yo fui el quinto".
Con la muerte de Watanabe desaparece un autor fundamental de la generación a la que también pertenecen Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza. Su padre japonés y la añorada infancia en una hacienda azucarera marcaron su obra literaria, enraizada en la poesía de César Vallejo.
"Nací en el norte del Perú, a quinientos kilómetros de Lima, en una hacienda azucarera con nombre del Lejano Oeste: Laredo. Era uno de los grandes enclaves azucareros del país, cerca de Trujillo. Ahí llegó mi padre como inmigrante japonés, conoció a mi madre y empezamos a nacer los once hijos. Yo fui el quinto".
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En la medianoche del miércoles 25 de abril, el poeta peruano José Watanabe murió de cáncer a la garganta, a los 61 años de edad. Autor de La piedra alada, Álbum de familia, Historia Natural y la antología El Guardián del Hielo, Watanabe fue parte fundamental de la generación de poetas peruanos que incluye a Antonio Cisneros, Abelardo Sánchez León y Rodolfo Hinostroza. En su poesía cultivó un estilo directo, cargado de nostalgia, cuyas raíces se encuentran en su afinidad con Vallejo y en una biografía marcada por su doble herencia japonesa y serrana. En esta entrevista inédita, el poeta repasa su vida y obra.
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- Tu padre tuvo una gran influencia en tu vida. ¿Cómo lo recuerdas?
- Mi padre llegó a Perú de forma aventurera. Imagínate, un japonés en una hacienda azucarera. Tenía otras costumbres. Para empezar, no era expansivo. En ese sentido respondía al estereotipo del japonés; él nunca me acarició, ni a mí ni a mis hermanos, aunque nos quería incondicionalmente. Nunca nos reprimió, simplemente nos enseñó que hay un cierto sentido de pudor, hasta de elegancia si quieres, en no ser demasiado aspaventoso. Además de eso, tenía comportamientos extraños: iba al campo y recogía piedras y maderas erosionadas por el río. Mis propios amigos le traían alguna cosa bonita que encontraban tirada en el campo y se la vendían. Mi padre pasaba por tonto porque se las compraba. Ahora entiendo que encontraba la belleza y la recogía, pero en ese momento yo me avergonzaba. Pero también tenía un espíritu muy poco japonés, en el sentido de que era un inútil para los negocios.
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- ¿Y qué aprendiste de tu madre?
- Ella era una mujer muy estoica, también refrenada, con un carácter serrano. Yo le admiraba mucho ese ánimo. Cuando yo era pequeño padecimos muchas carencias económicas, y mi madre llevó adelante la casa con mucha dignidad. No era muy culta en el sentido educacional, pero terminó siendo una depositaria de sabiduría popular. Hay una de sus frases típicas que metí en un poema: cuando uno venía a quejarse con ella, te decía: "Tienes que aprender que la olla de barro en el fuego se hace más dura". Su apellido es Varas, muy chileno además.
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- ¿Cómo recuerdas tu infancia?
- Yo fui muy feliz en Laredo, al margen de la modestia con que vivíamos. Tenía el campo, mi casa tenía como patio el campo mismo. No había peligro, ni riesgos. Creo que siempre escribo por nostalgia. Siempre estoy añorando mi infancia, el pueblo que quedó atrás, como Vallejo, que le escribía poemas a su madre estando en París.
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- Pero luego tu padre se ganó la lotería...
- Mi padre fue a la capital del departamento, a Trujillo, un niño le vendió un billete de lotería, y se sacó el premio mayor. Yo tenía 12 años. Me acuerdo que ese día llegó y nos reunió, alrededor de la mesa iluminada por una lámpara de queroseno, y nos dijo: 'Vamos a irnos a vivir a la capital'. Cuando le preguntamos por qué, nos dijo que nos habíamos sacado la lotería. Era mucho dinero, como medio millón de dólares, pero él lo dijo así, como si estuviera anunciando algo común y corriente. Cuando llegamos a mi casa nueva, lo que más me impresionó fueron los artefactos. Una licuadora, cocina eléctrica, horno a gas, radio, todo era un poco extraño, tanto artefacto.
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- ¿Cómo empezó tu vocación de poeta?
- Yo me encerraba en el corral de Laredo a modelar figuras de barro, con arcilla que recogía del río. Mi padre me traducía haikus ahí, en el gallinero. Pero yo empecé a sentir cierta vocación más consciente cuando murió mi padre, de cáncer al estómago. Yo tenía 17 años. Al mes siguiente mi primera enamorada tuvo una trombosis coronaria y falleció. Creo que ahí apareció la vocación de escribir.
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- ¿Qué otras cosas fueron "endureciendo el barro"?
- El país mismo. El Perú es un lugar difícil, contradictorio. Yo creo que todo arte - creo que lo dijo Camus- es aquel que expresa la realidad y al mismo tiempo la rechaza. No puede haber un arte de aceptación. Yo creo que mi propio país estimula mi poesía. He estado afuera un montón de veces, pero no puedo dejarlo. Es extraño, porque no tengo un amor ideal hacia el país, sino que extraño sus contradicciones. Otra de las cosas complicadas es que soy noctámbulo. Eso ha afectado mucho mi estilo de vida. Yo siempre quise tener un amigo que esté despierto a las 3 de la mañana para llamarlo. Los que están deprimidos me llaman porque saben que soy el único despierto. De niño sentía una especie de desolación cuando me despertaba a las 3 de la mañana y empezaba a escuchar todos los ruidos de la fábrica: los trenes que salen a las cuatro de la mañana, los obreros que se lavan la boca en la calle. En la secundaria muchas veces ocupaba el primer lugar en el colegio porque como no tenía qué hacer de noche, estudiaba, leía.
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- ¿Has dejado de escribir en algún minuto?
- Nunca he renunciado a la escritura, pero dejé de publicar 18 años después de mi primer libro, con el que gané el concurso "Joven Poeta del Perú". Luego vino El huso de la palabra. Hasta ahora siento un remanente de pudor si alguien me presenta como poeta. Cuando escribo poemas soy muy exigente. Corrijo incesantemente, aunque sea una o dos palabras. Esas palabras tienen que estar afiladas, estilísticamente bien puestas sin que se pierda el ímpetu inicial.
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- ¿Qué importancia tiene el refrenamiento en tu poesía?
- En nuestra cultura occidental nos angustia el caos, nos angustia el absurdo. Tomar distancia nos angustia. Ver cómo el mundo fluye con sus contradicciones, y asumirlo así, con una mirada de alguna manera distanciada. Creo que ordenar el caos es un trabajo de lucidez. Y eso es lo único que nos justifica como seres humanos. No podemos solazarnos en el caos. El caos destruye. Ordenar el caos es una forma de supervivencia, es buscar sentido.
Articulo: http://diario.elmercurio.com 29/04/2007
Por leer y escuchar José Watanabe :
- http://www.librosperuanos.com/autores/jose_watanabe.html
- http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Watanabe
- http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=crit.php&wid=856&show=poemas&p=Jos%E9+Watanabe
Sobre Azul@rte:
- http://revistaliterariaazularte.blogspot.com/search?q=Jos%C3%A9+WATANABE
Articulo: http://diario.elmercurio.com 29/04/2007
Por leer y escuchar José Watanabe :
- http://www.librosperuanos.com/autores/jose_watanabe.html
- http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Watanabe
- http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=crit.php&wid=856&show=poemas&p=Jos%E9+Watanabe
Sobre Azul@rte:
- http://revistaliterariaazularte.blogspot.com/search?q=Jos%C3%A9+WATANABE