Fallece
Juan Gelman
Por ELCULTURAL.es
El
poeta argentino Juan Gelman, ganador del premio Cervantes en 2007 y autor de
más de una treintena de libros, ha fallecido este martes a los 83 años.
El
poeta argentino Juan Gelman, ganador del premio Cervantes en 2007 y autor
de más de una treintena de libros, ha fallecido este martes a los 83 años de
edad en Ciudad de México, donde residía desde 1976, tras exiliarse de su país
de origen a causa de la dictadura militar. "Murió tranquilo, en su
casa, rodeado de su familia (...), de una enfermedad que se llama síndrome de
mielodisplasia" (disfunción de la médula ósea), dijo una fuente de la
familia que prefirió mantener en reserva su identidad.
Gelman
pasa a la historia como uno de los grandes referentes de la lengua del pasado y
el presente siglo. Renovador del lenguaje, el poeta argentino fue un mago que
recreaba y construía neologismos de toda suerte, un amante de la palabra como
instrumento no sólo comunicativo, sino objeto de belleza en sí misma. Pero
además su producción estuvo caracterizada por un fuerte compromiso ante la
injusticia. Julio Cortazar escribió que "lo más admirable en su
poesía es su casi impensable ternura allí donde más se justificaría el
paroxismo del rechazo y la denuncia, su invocación de tantas sombras desde una
voz que sosiega y arrulla, una permanente caricia de palabras sobre tumbas
ignotas".
El
poeta argentino, que nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930 en el seno de
una familia judía de emigrantes ucranianos, comenzó a interesarse por la poesia
desde pequeño gracias a los versos de Pushkin que recitaba su hermano y que, de
manera precoz, trataría de imitar para conquistar a las chicas del barrio
bonaerense de Villa Crespo.
En
1955, Juan formó parte de un grupo de poetas que se denominaron “El pan duro” y
en 1956 publicó ya su primer libro de poemas Violín y otras
cuestiones y comenzó a ser conocido por Latinoamérica con obras
como El juego en el que andamos, Velorio del solo o Gotán.
Ejerció el periodismo que practica todavía hoy en Página 12 y que
reunió en dos volúmenes. En 1967 entró en las FAR (Fuerzas Armadas
Revolucionarias) que, en 1974, se fundirían con Montoneros.
La
dictadura militar de Videla obligó al escritor a exiliarse en Roma, Madrid,
Managua, París, Nueva York y México, alternando su actividad política contra el
régimen con trabajos para la UNESCO. Durante su ausencia de Argentina
llegó a estar condenado a muerte por la dictadura de su país y sufrió de cerca
el drama de los "desaparecidos" cuando su hijo y su nuera
pasaron a formar parte de esta dolorosa lista, tal y como recogen los diario
argentinos en el día de su fallecimiento.
En el
exilio publicó, por ejemplo, Hechos y relaciones o Si
dulcemente, parte de una etapa reflejo del clima de derrota y pérdida sufrido
por el autor. Otro aspecto curioso de la obra de Gelman es la presentación de
su propia poesía como traducción, en algunas ocasiones. Atribuía sus versos a
poetas apócrifos, como quedó de manifiesto en Traducciones III: los poemas
de Sydney West. En su extensa carrera ha sido galardonado con el Premio
Nacional de Poesía, el premio Cervantes, el premio Pablo Neruda y el premio
Reina Sofía de Poesía.
En
1988 logró regresar por primera vez a Argentina y en el año 2000, tras
años de incesante búsqueda, consiguió hallar e identificar en Uruguay a su
nieta Macarena. Su hijo, Marcelo Gelman, y su nuera, María Claudia García,
habían desaparecido unos meses antes de que esta pudiera dar a luz. Macarena
había nacido en cautiverio y pocos meses después fue trasladada ilegalmente a
Uruguay. Gracias a una investigación impulsada por organizaciones de derechos
humanos pudo recuperar su identidad.
Al
recibir el premio Cervantes, el escritor argentino dijo que "la poesía es
como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa",
parafraseando a don Quijote. Allí recordó también que el poeta "no
escribe para vivir, sino que vive para escribir".
El
entonces presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero,
transmitió en aquella fecha su felicitación a Gelman y dijo que se trataba de
"un merecido reconocimiento a su obra literaria, que trasciende fronteras
e idiomas, que ha sabido hablar al corazón y a la inteligencia de los hombres
en la justicia y de la verdad".
Según
Zapatero, vida y obra de Gelman "son símbolos de la resistencia de la
palabra frente al horror, símbolos de esperanza", demostrando que "sí
hay poesía después de la barbarie". "Su palabra, que es palabra de
muchos, abre espacios para entender lo incomprensible, para darle sentido al
dolor, para seguir viviendo con la esperanza y la capacidad de amar intacta,
para sentirnos uno y muchos en torno a ella", sentenció.
En
2012, Seix Barral editó su Poesía reunida. De aquel volumen hemos
seleccionado estos cuatro poemas.
Violín
EPITAFIO
Un
pájaro vivía en mí.
Una
flor viajaba en mi sangre.
Mi
corazón era un violín.
Quise
o no quise. Pero a veces
me
quisieron. También a mí
me
alegraban la primavera,
las
manos juntas, lo feliz.
¡Digo
que el hombre debe serlo!
(Aquí
yace un pájaro.
Una
flor.
Un
violín.)
El
crepúsculo atraca al triste y solo
violín
de mi corazón.
El
crepúsculo instala muchachas melancólicas
en el
balcón.
El
crepúsculo toca en las esquinas
una
música gris.
Y
llora largamente,
blandamente.
(¿No
lo oís?)
EL
CABALLO DE LA CALESITA
Trajín,
ciudad y tarde buenos aires.
Aire
de plaza, ruido de tranvía.
(Galopando
una música de tango
gira
el caballo de la calesita.)
Los
hombres van y vienen. Una vieja
vende
manzanas en aquella esquina.
(Corazón
de madera, ojo pintado,
gira
el caballo de la calesita.)
Un
grave industrial hace negocios.
Un
vago duerme junto a la banquina.
(Transitado
de risas y de niños
gira
el caballo de la calesita.)
Una
pareja se ama. Un angustiado
compra
cianuro, escribe y se suicida.
(Ha
muerto un ruiseñor. Pero no llores,
gira,
caballo de la calesita.)
Os
contaré una historia maravillosa y cierta.
Una
tarde (el crepúsculo lentamente caía)
se me
llenó la boca de soledad. Desierta
era
mi sangre. Mi alma ni un pájaro tenía.
Caminaba.
A lo lejos se oían los violines
que
el crepúsculo toca para verme más triste.
Mi
alma se vestía de lentos adoquines.
(Mi
alma en la soledad no se desviste.)
Iba
sin una luz, sin una rosa.
Sin
un poco de mar, sin un amigo.
Me
vio el caballo de la calesita.
Me
vio tan solo que se fue conmigo.
Y
ahora en mi corazón y desde entonces,
transitado
de niños y de risas,
prisionero
en mi música voltea,
gira
el caballo de la calesita.
(Tiene
el ojo pintado.
Su
corazón es de madera limpia.)
CREPÚSCULO
DISTINTO
Ha
caído el crepúsculo sobre la esquina
donde
suelo esperarme con un violín.
(Una
muchacha, sola de sonatina,
es en
el aire una música gris.)
Pasan
los infaltables pájaros tristes
que
el crepúsculo inventa para que a mí…
(Y
esa muchacha siempre sola en su música…
Y yo
siempre esperándome con un violín…)
Pasan
los niños, traen sobre la punta
de su
alegría risas de ta te ti.
(Pienso
que esa muchacha, sola en su música…
Pienso
que en el crepúsculo, juan, mi violín…)
Pasan
los hombres, luchan por su estatura,
por
un pan milagroso de porvenir.
(¡Pero,
muchacha sola, deja tu música!
¡Pero,
juan que me esperas, deja el violín!)
La
vida es roja como la buena sangre.
Dura
y alegre, nunca viste de gris.
Ven,
muchacha, he llegado. Caminaremos.
(Deja
atrás esa música triste.
Con
mi juan, el del triste violín.)
Niño,
tus cuatro letras de ternura
viven
en mí.
Niño,
seguramente naces cuando
el
mar dice que sí.
Niño,
te digo, voy por las orillas
de un
alegre violín.
Llevo
tus cuatro letras de ternura.
Viven
en mí.
Tócame
la mejilla por si encuentras
una
humedad antigua y olvidada.
Es
del tiempo en que quise ser caballo
para
no ser fantasma.
Tócame
la mejilla. Vamos, anda…
ORACIÓN
DE UN DESOCUPADO
Padre,
desde
los cielos bájate, he olvidado
las
oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita,
ella reposa ahora,
no
tiene que lavar, limpiar, no tiene
que
preocuparse andando el día por la ropa,
no
tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar,
pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde
los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que
me muero de hambre en esta esquina,
que
no sé de qué sirve haber nacido,
que
me miro las manos rechazadas,
que
no hay trabajo, no hay,
bájate
un poco, contempla
esto
que soy, este zapato roto,
esta
angustia, este estómago vacío,
esta
ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome
la carne,
este
dormir así,
bajo
la lluvia, castigado por el frío, perseguido,
te
digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame
el alma, mírame
el
corazón,
yo no
robé, no asesiné, fui niño
y en
cambio me golpean y golpean,
te
digo que no entiendo, Padre, bájate,
si
estás, que busco
resignación
en mí y no tengo y voy
a
agarrarme la rabia y a afilarla
para
pegar y voy
a
gritar a sangre en cuello
porque
no puedo más, tengo riñones
y soy
un hombre,
bájate,
¿qué han hecho
de tu
criatura, Padre?
¿Un
animal furioso
que
mastica la piedra de la calle?
Articulo:
http://www.elcultural.es 15/01/2014
***
Amor
correspondido
Juan
Gelman: el poeta del lenguaje sin fronteras
Por Violeta
Gorodischer
Su
pasión por la poesía lo llevó a concebir una obra prolífica y siempre
cambiante, cuyos temas fueron desde las problemáticas sociales y políticas
hasta las condiciones y posibilidades de la escritura poética en sí misma,
pasando por la intimidad de las situaciones y los afectos cotidianos; un legado
que enriquece la literatura argentina
El
relato fundacional lo muestra a la edad de cinco años, mudo y deslumbrado
mientras Boris, su hermano mayor, recitaba versos de Pushkin en ruso. Y lo
reubica apenas un tiempo después, a los nueve, garabateando poemas de
Almafuerte para conquistar a una vecinita de Villa Crespo, su barrio natal. De
ahí al Colegio Nacional de Buenos Aires, una breve permanencia en la carrera de
Química y el amor por siempre correspondido con las letras, no hay más que un
paso, y cientos de artículos escritos sobre el tema. Lo cierto es que, superado
el pintoresco color del retrato, nos quedan los datos: Juan Gelman, el gran
poeta argentino ganador del Cervantes, acaba de irse para siempre, dejando un
legado que ya está inscripto en la historia de la literatura argentina.
Los
años 50 lo encontraron orbitando en torno al Partido Comunista y a un grupo de
poetas, integrado por Juana Bignozzi, Héctor Negro, Hugo Di Taranto y Mario
Navalesi, entre otros, con quienes formaría el colectivo Pan Duro. Todos ellos,
de una u otra manera, se relacionaron con José Portogalo y especialmente con
Raúl González Tuñón, una suerte de padrino artístico que les inculcó el germen
de la poesía como forma de compromiso social. Fue el célebre poeta, sin ir más
lejos, quien prologó Violín y otras cuestiones (1956), primer libro de Gelman
en el que el autor no sólo mostraría ese "contenido principalmente
social" tan grato a los ojos de González Tuñón sino que dejaría en claro
el camino por seguir: una escritura joven, fresca y dispuesta a renovar los
rígidos cánones de la poesía latinoamericana. Querían hacer política con aires
de tango, sí, pero también querían romper con la estética impuesta hasta
entonces por Pablo Neruda. De ahí el lenguaje coloquial, los temas cotidianos
-el hijo, el padre, la cocina, los oficios-, la irreverencia ante la sintaxis
estricta, la libertad para usar diminutivos, torcer verbos, inventar
sustantivos... Todo eso que comenzó a hacer Gelman en aquel primer libro y que
mantuvo en los que siguieron después, como El juego en que andamos (1959) o
Gotán (1962), que sólo desde el título (tango al vesre, en clave más que
aporteñada), mostraba picardía ante una tradición que retomaba y horadaba a la
vez. ¿Su hallazgo? Poner en un mismo nivel el lunfardo, las letras de tango,
los insultos y los neologismos. Había, claro, un marco de contención: en la
Argentina y en toda América Latina nacía la nueva poesía hispanoamericana;
vibraba en el aire la efervescencia, la posibilidad de bajar los poemas del
pedestal inalcanzable para cambiar los "grandes temas" por los
asuntos mundanos. A lo Benedetti, a lo Nicanor Parra, a lo Cardenal, a lo
Cisneros. Inscripto en esa ola de renovación fuerte, Gelman se animó a subir la
apuesta en Cólera Buey (1965), donde extremó la experimentación lingüística
oponiéndose a la morfología clásica ("es buena y bella como el mar/ es
oscura anterior rostros de mi silencio" decía en "Así es así
es"), y dio un giro completo en Traducciones III. Los Poemas de Sidney
West (1969), una suerte de juego delirante en el que, tras inventar a un poeta
estadounidense llamado, justamente, Sidney West, "tradujo" sus supuestos
poemas con un desparpajo capaz de intercalar humor, ficción y pequeñas
historias de gente simple, oriunda de imaginarios pueblos norteamericanos.
LA
OPACIDAD DEL LENGUAJE
Pronto
el brillo se volvería opaco, aunque no menos intenso. Fueron los años oscuros.
La etapa de su militancia en Montoneros, el exilio forzado, la desaparición del
hijo, la nuera y el bebé que ambos esperaban. Corría 1973 cuando Juan Gelman
publicó Relaciones, su octavo libro. Lejos del tono risueño de años anteriores,
se imponían ahora las preguntas, tal vez un incentivo a la reflexión abierta,
tal vez una forma de evadir la falta de respuestas propias. Frases más cortas,
fragmentadas, palabras casi balbuceadas que, aunque en otro nivel, continuaban
socavando el lenguaje de todas las maneras posibles. Como las barras utilizadas
para señalar ritmos y significados, un recurso innovador que a partir de
entonces volvería una y otra vez, con el paso de los años.
Tanto
en Relaciones como en Hechos (1980), el poeta escribió sobre la dictadura, la
derrota, el exilio y la muerte. Hay, en esos versos, una pena profunda. Hay
desgarramiento. Habla el contexto histórico, el sentimiento, la pérdida. Aun
así, y en palabras del propio Gelman, sería un reduccionismo calificar su
poesía de "política". ¿Por qué no pensar, en cambio, que fue la
fricción del lenguaje, la fuerza experimental corrosiva, la que operó en ese
sentido? Como Paul Celan al escribir en lengua alemana, tratando de responder
el famoso interrogante de Theodor Adorno: "¿Cómo escribir después de
Auschwitz?" Ahí estaba Gelman, apelando al habla cotidiana, retorciendo el
lenguaje hasta exprimirlo cual trapo húmedo. Igual que su admirado César
Vallejo, lo que él buscó fue desencuadrar la sintaxis. Porque mientras que en
Notas o Carta Abierta, aludía directamente al hijo desaparecido indagando de
lleno (y de frente) en las formas más genuinas de dolor, en Citas y Comentarios
(1982) fue un tanto más críptico y construyó sus poemas sobre la base de frases
ajenas: poetas del Siglo de Oro Español, místicos como Santa Teresa o San Juan,
tangueros como Homero Manzi y Alfredo Le Pera o poetas malditos, como
Baudelaire. Y en Dibaxu, publicado más tarde pero escrito en esa misma época,
decidió apelar al sefaradí. Eran, todos esos movimientos, formas concretas de
intervención. Una toma de postura. "No me afecta ni en un sentido ni en
otro que digan que mi poesía es política. Lo que me importa es mi trabajo como
poeta, no me preocupa lo que digan los demás. Pero francamente lo único que
influye es la lectura de la poesía, y el trabajo de escribirla", declaraba
Gelman en una entrevista en el diario Página/12. Por eso utilizó diminutivos
como si su voz se aniñara; retomó el sefaradí para construirse a sí mismo
extranjero; tergiversó la conjugación habitual hasta crear una nueva, pisoteó
la normativa. Fue un rebelde de la lengua, del orden establecido en sus
múltiples niveles. Bien señaló el crítico Daniel Dalmaroni: Juan Gelman dibujó
un derrotero que fue una suerte de devenir constante, de subjetividades
erosionadas; niño, migrante, evasor perpetuo del Estado. Su poesía operó en
torno a la identidad, mejor dicho, a las identidades, pero lo hizo para
horadarlas. Las mezclaba, las transformaba y las escupía. "Como si buscar
el sustrato hubiera sido mi obsesión. Como si la soledad extrema del exilio me
empujara a buscar raíces en la lengua, las más profundas y exiliadas de las
lenguas -dijo alguna vez el propio poeta-. Yo tampoco me lo explico".
UNA
DESOLACIÓN COMBATIVA
Aunque
en 1988 regresó al país, decidió finalmente radicarse en México. Y allí,
atravesado por la nostalgia, la tristeza y los fantasmas del pasado, escribió
Anunciaciones, Interrupciones, Interrupciones II (los tres de 1988). Las
exclamaciones desplazaron las series de preguntas; la desolación combativa se
impuso como tema, la escritura se fue volviendo, toda ella, grieta. Carta a mi
madre, daría lugar a uno de sus poemas más desgarradores; tal vez lo más
conmovedor que haya escrito junto con la Carta Abierta. Imposibilitado de
volver al país para ver morir a quien le había dado la vida, Gelman no tuvo
salida ni consuelo. Echó mano a los versos en una mezcla de catarsis y
experimentación formal: "vos/ que contuviste tu muerte tanto tiempo/ ¿por
qué no me esperaste un poco más?/ ¿temías por mi vida?/ ¿me habrás cuidado de
ese modo?/ ¿jamás crecí para tu ser?/ ¿alguna parte de tu cuerpo siguió vivida
de mi infancia?/ ¿por eso me expulsaste de tu morir?/ ¿como antes de vos?/ ¿por
mi carta?/ ¿intuiste?"
En la
década de 1990 llegarían otros tres libros: Salarios del impío (1993), Dibaxu
(1994) e Incompletamente (1997), un grupo de sonetos en los que el lenguaje
era, ya, incapaz de completarse a sí mismo. De ahí que el soneto sea, para
Gelman, la forma poética de lo incompleto. Es lo que queda, lo que hay donde ya
no hay prácticamente nada. Herméticos, casi místicos, admiten, incluso,
preguntas metafísicas.
Y
están, claro, sus libros del siglo XXI, lo último que nos dejó. Valer la pena
(2001) y País que fue y será (2004), premiado en la Feria del Libro de Buenos
Aires de ese mismo año, son acaso huellas potentes de la etapa en la que el
poeta se reencontraba con su nieta Macarena y dejaba plasmado ese reencuentro
en palabras: "Ella llora con una rueda en la garganta/ que gira contra el
deseo y con restos de oscuras órdenes/ Hay que envolverte ahora/ con la luz que
seas", escribió en "Ruedas", poema incluido en Valer la pena.
Mundar
(2007), más cercano en el tiempo, continuó de alguna forma este período de
reconstrucción, de paz, de aceptación dolorosa y triste, de fantasmas siempre
rondando cerca. Lo publicó el mismo año en que le dieron el Premio Cervantes,
coronación de una trayectoria en la que ya había recibido otras distinciones,
como el premio Rulfo (2000) o el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2005).
Consecuente con el resto de su obra, Gelman mantuvo el riesgo lingüístico,
apostando a lo coloquial e inventando incluso el verbo que da título al libro,
mundar, como si fuera una forma de "hacer el mundo". No casualmente
el mexicano Carlos Monsiváis escribía que "la obra de Juan Gelman es un ir
y venir entre las atmósferas de todos los días y la reflexión sobre la
escritura poética".
El
año pasado vino a Buenos Aires a presentar, en la Biblioteca Nacional, Hoy, su
último libro, escrito al conocer la condena de los asesinos de su hijo. La obra
es una suerte de repaso por el presente de la Argentina. En definitiva, una
vuelta a los temas que lo marcaron durante toda su vida.
***
Una
noche en Montevideo
Por Henry
Segura
En
1988 Gelman llegó a Montevideo para participar de un encuentro
político-cultural. Como forma de bienvenida, para la primera noche se organizó
un asado, con un pequeño grupo de conocidos. Confieso que llegué a casa del
amigo-organizador pensando que me encontraría con un individuo marcado por el
drama del sufrimiento personal. Felizmente, me equivoqué.
Gelman
fue el gran animador y sus cuentos fueron apareciendo casi en competencia
desenfrenada con Washington Benavides. Eran relatos de fogón y vino. Para los
demás era imposible participar o porque no se estaba a la altura de los
duelistas o porque se corría el riesgo de quebrar semejante clima.
Es
cierto que a un creador se lo conoce fundamentalmente por su obra. Pero Gelman
sentía que la suya no era lo que importaba porque más allá de ella estaba
"la" poesía que lo alimentó siempre y a la que siempre recordó cuando
se lo premiaba. Como cuando recibió el Cervantes en 2007: "Se premia a la
poesía entonces -dijo- 'que es como una doncella tierna y de poca edad y en
todo extremo hermosa' para don Quijote, doncella que, dice Cervantes en Viaje
del Parnaso, 'puede pintar en la mitad del día/ la noche, y en la noche más
escura/ el alba bella que las perlas cría/ [...] Es de ingenio tan vivo y
admirable/ que a veces toca en puntos que suspenden,/ por tener no se qué de
inescrutable'".
En
aquella noche del 1988, el poeta-cuentista (o palabrero, al decir de Paco
Espínola) contuvo a las otras dimensiones del hombre que había perdido unas
cuantas batallas y trataba de ganar una esencial, la de encontrar a su nieta.
Atrincherado en las palabras, su vitalidad fue un regalo excepcional porque
tenía toda una lección de vida.
Henry
Segura es editor de Espectáculos en el diario El País, de Montevideo
***
El
poeta de los ojos tristes
Por Juan
Cruz
Juan
Gelman, el poeta de los ojos tristes, era capaz de arrancarse de madrugada a
rasguear la guitarra; en tiempos en que su pesadilla era más grande, pues
buscaba con ahínco pero sin esperanza a su nieta secuestrada en 1976 por los
golpistas de Videla, la poesía y esos instantes de la noche lo devolvían a la
vida, como si se la prestaran.
Esa larga historia que lo convirtió en huérfano
de su hijo y en abuelo en perpetuo estado de incertidumbre lo llenó de pena, y
"la pena -dijo una vez con su enorme capacidad para la melancolía y el
sarcasmo- es un territorio muy amplio, probablemente argentino". Él nunca
se quitó de veras la pena.
Cuando
en 2000 apareció la nieta, una joven que había vivido hasta entonces con un
matrimonio al que se la entregaron los militares, se alivió la pesadumbre pero
mantuvo su rastro. Fue mucho pesar, él lo llevó con la dignidad personal de un
combatiente. A veces, cuando recitaba en público y aún existía esa sombra en su
vida, cada verso era un esfuerzo y una rasgadura, como si llorara en voz baja.
Por eso asombraba en esos instantes en que le robaba a alguien la guitarra que
riera y cantara como si fuera otro.
Esa
búsqueda de la nieta fue la razón mayor de su tristeza, pero nunca fue un
hombre vencido. Ahora, consciente de la enfermedad que acabó con su vida, tuvo
energía aún para desear a sus amigos un año menos difícil. Volvió del hospital,
donde entró y salió desde el último noviembre, porque quiso que fuera en su
casa donde dijera adiós a todo esto.
Nació
en la Argentina en 1930. El golpe de Estado de Videla lo condujo al exilio en
México, de donde jamás quiso volver a su país. Su nuera esperaba una criatura
cuando la secuestraron; de ella y del hijo de Gelman no se supo nunca más; el
poeta estaba seguro de que la criatura vivía en alguna parte. La movilización
mundial a favor de su lucha por encontrarla chocó durante años contra la
inepcia del Vaticano, al que acudió, y de los gobiernos uruguayo y argentino,
pero contó con el apoyo de escritores, periodistas y activistas. Sus amigos
José Saramago y Eduardo Galeano presidieron una campaña mundial a favor de la
búsqueda de la nieta; esa campaña se intensificó cuando por fin hubo noticias
que daban fe de que la muchacha existía, y en 2000 al fin se produjo ese
encuentro. Macarena Gelman tiene ahora 35 años y vive en Uruguay. Esa noche del
reencuentro su amigo Mario Benedetti dijo: "Hablé con Juan y está de lo
más feliz".
Esa
noticia fue para él la emoción más grande de su vida. Su poesía, irónica y
secreta, escrita desde la melancolía, vivió momentos más claros; pero él siguió
siendo el poeta de los ojos tristes que a veces ocultaba la risa tras el bigote
poblado. Alto, desgarbado, Gelman caminaba dejando atrás, siempre, la estela
del humo de su cigarrillo. Su voz tenía la cadencia del silencio; podía recitar
ante miles, pero jamás levantó la voz. Últimamente había adelgazado mucho, de
modo que cuando se desplazaba parecía que iba a volar tras el humo.
En el
último mes de abril, cuando publicó su libro Hoy, de prosa poética, como muchos
de los suyos, explicó aquí qué sintió cuando fue condenado uno de aquellos
verdugos de su hijo. "Entre los culpables del asesinato de mi hijo había
un general que fue condenado a prisión perpetua. Pero cuando dictaron la
sentencia yo no sentí nada. Ni odio, ni alegría. Y me pregunté por qué, y eso
me llevó a escribir, para preguntarme qué había pasado." En esa
conversación, Gelman resumió su disgusto con el papa Francisco, a quien había
acudido cuando éste era el obispo Bergoglio en busca de ayuda para encontrar a
su hijo. El obispo le dijo que no podía hacer nada, "pero ante la justicia
declaró otra cosa, que había hecho gestiones sin éxito".
Esa
larga lucha (35 años buscando rastros de la vida de los suyos) no sólo lo marcó
como persona, sino que llenó de amargura y sarcasmo su escritura. Él tenía,
decía, "la confianza lastimada". También con respecto al porvenir del
mundo. Ese hombre está en sus versos.
Ganó
los principales premios de la literatura en español: el Rulfo, el Reina Sofía
de poesía, el Cervantes (en 2007). Para él, la poesía era "una forma de
resistencia", pero ese compromiso civil no alteró su manera de ser poeta.
¿Hermético?, se preguntaba. "No, lo que hago es respetar al lector,
obligarlo a que lea por dentro". En el Ateneo de Madrid, en uno de sus
tumultuosos recitales, siete años después del hallazgo de la nieta, leyó su
poema padre de entonces como si fueran a temblar sus manos, sus ojos, él
entero:
Así
que has vuelto
como
si hubiera pasado nada
como
si el campo de concentración no
como
si hace veintitrés años
que
no escucho tu voz ni te veo
han
vuelto el oso verde tú
sobre
todo larguísimo y yo
padre
de entonces
hemos
vuelto a tu hijar incesante
en
estos hierros que nunca terminan¿
Ya
nunca cesarán?
ya
nunca cesarás de cesar
vuelves
y vuelves
y te
tengo que explicar que estás muerto.
La
ovación compungida de la gente fue la confirmación de que el público y el poeta
se leyeron por dentro.
Esa
historia fue su vida: el hijo muerto, la hija muerta, la nieta en un paradero
sobre el que él arañaba. Todo eso seguía vivo en su mirada, por tanto en esos
versos, padre de entonces. Fue comunista, periodista y resistente, la sombra de
esa historia no le permitió jamás olvidar esa militancia contra el olvido.
Fue
un resistente comprometido también con los cambios habidos en su país para
revertir los efectos de la ley de punto final que había proclamado el
presidente Alfonsín. Esa "impunidad espantosa" fue anulada por el
presidente Kirchner y dio paso a las condenas de los represores, entre ellos
los represores de la familia de Gelman. Y desde ese punto de vista defendió en
España al juez Garzón cuando éste trató de perseguir el franquismo y restituir
la dignidad de los perseguidos durante la dictadura. "No entiendo -dijo
entonces- el castigo a Garzón por rastrear la memoria."
Un
día le pregunté quién era. Y él dijo:
-Quién
sabe. Yo, no.
***
Final
abierto
Gelman,
la persistencia de una voz
Por Verónica
Chiaravalli
"Creo
que el único tema verdadero de la poesía es la poesía misma. Odio ese término
que inventaron los franceses: 'la poesía comprometida'. Yo creo en la poesía
casada. Casada con la poesía." En 1997 Juan Gelman recibía el Premio
Nacional de Poesía y, en una de sus visitas a Buenos Aires, hacía ésta y otras
reflexiones durante una entrevista con el Suplemento Cultura de La Nacion.
Había
muchas cosas que todavía no habían ocurrido, en la vida de Gelman y en la vida
del país. El autor de Cólera buey persistía entonces en la búsqueda
de su nieta desaparecida y no había recibido aún el Premio Cervantes, que
cristalizó sin fisuras su prestigio literario internacional. En cuanto a la
Argentina, no se había producido ni el debate profundo ni la reivindicación
oficial de las políticas de la izquierda revolucionaria de los años setenta.
Algunas de aquellas reflexiones de Gelman resuenan hoy con un valor testimonial
acrecentado por el paso de los años, por eso resulta significativo recordarlas.
Gelman
había publicado su primer poema a los once años: "Era un poema de amor
imposible, por supuesto. Se publicó en una revista que se llamaba Rojo y
Negro y que yo compraba porque allí salían cuentos del Oeste y de
detectives. Tenía además dos secciones: la filatélica, donde se establecían
canjes, y Los Espontáneos, donde se publicaba cualquier cosa, entre otras, mi
poema". Y consideraba Carta a mi madre su libro más
autobiográfico. "Hay poetas que logran establecer una distancia muy grande
entre la vivencia y la imaginación, pero lo que a mí siempre me ha preocupado
es la posibilidad de cercanía entre estos dos elementos." Por otra parte,
no acordaba con quienes opinaban que los temas sociales o políticos constituían
la veta principal de poesía; éstos le parecían sólo un aspecto entre tantos
otros de su escritura.
Tampoco
solía hablar de su participación en Montoneros, pero en aquella oportunidad
hizo afirmaciones que despertaron polémica. Dijo que discrepaba con el grupo
sobre el uso de la violencia, pero que "no tenía poder de decisión".
"Los montoneros habían creado una fachada que se llamaba Consejo Superior
del Movimiento Peronista Montonero. Yo estuve ahí como secretario de Prensa
para Europa. Pero, aparte de que ese cargo dentro del Consejo tampoco era
determinante, el control efectivo de ese organismo lo tenía la organización
propiamente dicha. Y yo nunca estuve en la conducción de la organización
propiamente dicha ni tuve grados superiores. Yo me equivoqué, como tantos
otros. Pero tampoco siento culpa por eso. Creo que la culpa puede ser un
sentimiento cómodo: más bien hay que sentirse responsable en la medida en que a
uno le tocó ser responsable."
En
los últimos años, Gelman siguió interviniendo en los temas de actualidad y,
sobre todo, siguió escribiendo, con un espíritu que da la clave de su obra.
"Me han dicho que ninguno de mis libros se parece al anterior desde el
punto de vista formal. Creo que eso depende de las necesidades del ser humano,
que siempre se mueve. Cuando deje de moverme dejaré de escribir."
***
Cultura
La
familia de Gelman despidió los restos del poeta en México
Su
nieta, Macarena, dijo que se trató de una ceremonia íntima y que no saben aún
el destino final de las cenizas; se publicará un poemario inédito.
La
familia de Juan Gelman despidió ayer los restos del poeta en una
ceremonia "íntima y emotiva" realizada en Ciudad de México, donde
murió el martes, a los 83 años. "Acaba de terminar una ceremonia muy
emotiva. Estamos muy emocionados", dijo a la agencia oficial Télam, desde
México, la nieta del poeta y periodista, Macarena Gelman, que llegó a la
capital mexicana para despedir los restos de su abuelo.
Hija
de Marcelo Gelman y María Claudia García Iruretagoyena y nacida en Montevideo,
la nieta del poeta destacó que la familia cremará el cuerpo y que aún "no
se decidió" qué hacer con las cenizas.
Macarena,
que nació hace 37 años, cuando su madre fue trasladada en el marco del
Operativo Cóndor de Buenos Aires a la capital uruguaya, y que encontrada por su
abuelo en 2000, agregó que se trató de una ceremonia "íntima" que
contó con la presencia de los familiares y amigos más allegados al poeta.
La
nieta del escritor afirmó que, si bien "es una tristeza y un dolor
enorme" la muerte de su abuelo, también es una "tranquilidad que
terminó sus días en paz".
"Llevaba
un tiempo conociendo la situación" y "queríamos que no estuviera
sufriendo o que sufriera lo menos posible", agregó.
Gelman
-con quien Macarena intercambió emails hasta el lunes pasado, un día antes de
su muerte, y mantuvo conversaciones telefónicas inclusive hasta el sábado-
dedicó sus últimos días a escribir un poemario que rinde homenaje a su amor por
su mujer, Mara, y sus amigos.
A la
vasta obra del autor Gotán y Cólera buey se sumará próximamente amaramara (SIC),
un poemario inédito con 29 poemas ilustrados por el pintor Arturo Rivera, que
publicará en unos dos meses el sello La Otra.
Los
mensajes de pesar por la muerte del escritor, que en 2007 obtuvo el Premio
Cervantes, el más importante de las letras hispanas, continuó ayer. El
presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, fue uno de quienes lamentó la
muerte de Gelman, una voz "irreemplazable" del "convulso siglo
XX".
El
jefe del Ejecutivo español expresó su pésame y el de España en un telegrama que
envió a la familia de poeta. "Juan Gelman ha dado voz a nuestro convulso
siglo XX buscando nuevos moldes estéticos y abriendo nuevos caminos a la
expresión poética", escribió Rajoy. El jefe del gobierno calificó a Gelman
como "un gran escritor cuya obra e intensa vivencia han contribuido a
forjar un ámbito de comunicación" entre España y América latina.
"Argentinos
y españoles compartimos con orgullo y emoción el legado y la mirada
irreemplazable de Juan Gelman", concluyó Rajoy.
También
el gobierno uruguayo expresó ayer su "profunda tristeza" por el
fallecimiento de Gelman y afirmó que "se ha ido un ser humano sensible y
comprometido con su tiempo y con la vida".
"Con
Juan Gelman se ha ido un poeta y un militante, un maestro cuyo paso por la
historia nos ha hecho mejores seres humanos; se ha ido un ser humano sensible y
comprometido con su tiempo y con la vida", dice el comunicado del
Ministerio de Relaciones Exteriores.
El
comunicado trasmite también "la admiración y el tributo" del gobierno
uruguayo a la memoria de Gelman, además de sus "más sinceras condolencias
a sus familiares y seres queridos, así como al gobierno y pueblo
argentinos".
En la
Argentina, la presidenta Cristina Kirchner decretó tres días de duelo nacional
por la muerte de Gelman.
Juan
GELMAN sobre AZUL@RTE :
Articulo:
http://www.lanacion.com.ar 17/01/2014